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Foto del escritorEva Débia

Propaganda de manual


Lo que estamos viendo es realmente de manual. El poder Ejecutivo en Chile está aplicando técnicas milenarias de estrategia política, ya explicitadas en papel por el militar chino Sun Tzu en «El arte de la guerra» en el siglo V antes de Cristo. Repito, siglo V antes de Cristo: o sea, hace 2500 años. Mil años después, Nicolás Maquiavelo sistematizó y contextualizó la esencia del escrito oriental en un libro mucho más conocido para nosotros hoy: mil años nos separan de «El Príncipe» y, sin embargo, seguimos al pie de la letra sus indicaciones.


No quiero dictar cátedra por esta vía de escritos tan antiguos y ya revisados hasta el cansancio, quisiera llevarlos a un contexto algo más familiar para quienes vivimos en el siglo XXI. Si entregamos una visión algo más contemporánea, debemos remontarnos a la segunda guerra mundial; conscientes de todo el poder creciente de los medios de comunicación a raíz de la aparición incipiente de la televisión, y la difusión conseguida mediante la radiofonía, es el Tercer Reich quien decide por primera vez y de forma explícita crear un Ministerio para la Ilustración Pública y la Propaganda, dirigida por el estratega e intelectual Paul Joseph Goebbels. El legado y la difusión de los llamados “once principios de la propaganda” son aplicados en política hasta hoy y, en un proceso didáctico, trataré de hacer eco de lo que el ministro de Hitler hizo en su minuto para convencer a los alemanes que el genocidio y la “guerra total” eran no sólo necesarios sino legítimos y un acto de justicia en pos de la libertad. Cualquier similitud con los hechos actuales, es de perogrullo.


1. Principio de la simplificación y el enemigo único. Hemos escuchado al Presidente decir en cadena nacional que «estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie” (sic); lo que para Goebbels fueron los judíos en su minuto, hoy para el Ejecutivo son los violentistas.


2. Principio de contagio. Bajo la premisa “no es la forma”, el gobierno ha cambiado el eje de atención de quienes pudieran estar de acuerdo con las manifestaciones por la injusticia social que gatilló en principio el movimiento, trocando el foco hacia lo nocivo que resulta utilizar la violencia como bandera de lucha y reprochando tal actitud. Es una especie de virus que hay que evitar, porque no es el modo de solucionar las cosas.


3. Principio de transposición. Da lo mismo que las demandas sociales iniciales sean justas, porque hoy la atención está puesta de lleno en los actos violentistas, en los saqueos, los incendios y el desabastecimiento. El Ejecutivo no es responsable de ello; al contrario, está haciendo todo lo posible por solucionar estos brotes violentistas… Sin embargo, se desentiende y minimiza el llamado original.


4. Principio de exageración y desfiguración. Es cosa de mirar la pauta en los medios de comunicación tradicionales; salvo contadas y honrosas excepciones, existe un halo de apocalipsis en torno a lo sucedido y, como corolario, tenemos al Presidente de la República declarando formalmente que “estamos en guerra”.


5. Principio de vulgarización. Asimilamos los desmanes exclusivamente al mundo del hampa. Tenemos la movilización pacífica y multitudinaria en Ñuñoa durante el fin de semana y, en contrapartida, los desmanes generalizados de “plaza Italia para abajo”. ¿Es acaso la ciudadanía más violenta en estos espacios, o la represión y la violencia de Estado opera con criterio diferenciador por estrato socioeconómico?


6. Principio de orquestación. El mismo Presidente en franja nacional señaló el domingo en la noche que tenían cabal conocimiento de la organización oculta que existe tras los actos de violencia de los que hemos sido espectadores. Es más, afirma saber qué acciones se están planificando para hoy lunes, dando a entender a la ciudadanía expectante que existe un demonio oscuro y plenipotenciario a cargo de destruir al país. Esto, repetido hasta el cansancio y por todas las vías posibles. ¡Si hasta ponen un conteo regresivo para los toques de queda, en los canales de televisión!


7. Principio de renovación. Si analizamos los medios de comunicación, han transmitido desde el viernes en la noche de modo ininterrumpido bajo el concepto de “especiales de prensa”, replicando y haciendo móviles en vivo y cambiando de lugar, aparentando dar primicias en torno al mismo monopolio con este contenido para toda la pauta. No cabe hacer mayor análisis al respecto.


8. Principio de la verosimilitud. ¿Se han dado cuenta de la avalancha de fake news (noticias falsas) a las que hemos sido sometidos? Entendamos que la desinformación es parte de la relativización de lo que sí es contenido informativo.


9. Principio de silenciación. Hoy, la batalla que desarrolla por ejemplo el Instituto Nacional de los Derechos Humanos dando cuenta de las violaciones a los principios fundamentales de una sociedad democrática no aparece con la misma potencia en los medios establecidos como el potencial desabastecimiento. Muchas filas, pocos heridos. Esta información queda en medios de comunicación menos masivos o bien a través de redes sociales, donde han proliferado videos con irregularidades y aberraciones explícitas. Sin embargo, caemos en el paradigma de la verosimilitud y por ello, estamos amarrados de pies y manos.


10. Principio de la transfusión. El Presidente ha sido claro: somos todos los ciudadanos de bien, contra los violentistas. Contra la delincuencia. Los militares y carabineros son parte de los ciudadanos de bien, por cierto, y están al servicio de nosotros, para protegernos.


11. Principio de unanimidad. Si usted no se siente identificado con lo que el Gobierno está diciendo en estos momentos, preocúpese: es usted un violentista, y por lo tanto está atentando “contra la paz, la seguridad y el bienestar de todos los chilenos”. Así lo dijo a las 13.15 de hoy, la vocera de gobierno, Cecilia Pérez. Por esta misma razón la ex ministra de educación, Mariana Aylwin, llama a detener a quienes manifiesten su intención de manifestarse.


Es de esta forma que los nazis convencieron al pueblo alemán. Lo hicieron sistemáticamente y de forma sumamente efectiva. Usted, por favor, infórmese: por muy jaguares de Latinoamérica que puedan creerse algunos, es cosa de observar cómo hoy los germanos se avergüenzan de su propia historia.


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