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Foto del escritorEva Débia

La Estrella de Valparaíso: El policlínico de los libros

Reseña escrita por Juan Pablo Sáez para La Estrella de Valparaíso, sobre Tránsitos Urbanos. Febrero 2019.

Quince años después de terminada la Segunda Guerra Mundial el sociólogo y urbanista estadounidense Lewis Mumford se hacía la siguiente pregunta en su libro La ciudad en la historia (1961): “¿Desaparecerá la ciudad o se convertirá todo el planeta en una enorme colmena urbana? (que sería otra manera de desaparecer)”. Casi sesenta años después de la publicación del libro de Mumford pareciera ser que la ciudad —tras haberse engullido las regiones campestres donde, hasta bien entrado el siglo XX, se desarrollaba la vida familiar— se encamina inexorablemente hacia esa colmena urbana que nos mostraba Ridley Scott en Blade Runner. Un escenario marcado por la segregación social y racial, el individualismo extremo y los bolsones de pobreza desperdigados en la periferia.


Estos tres temas son abordados por la periodista, poetisa y cuentista Eva Débia Oyarzún en su libro Tránsitos Urbanos, articulaciones de paso en el Gran Santiago (Ediciones Filacteria). El libro se sumerge en la colmena santiaguina para describirnos a lo largo de 52 cuentos cortos, o más bien minicrónicas, el devenir de una ciudad enfrascada en el tráfago de la hipermodernidad. Los relatos están repartidos en cuatro partes, las cuatro estaciones del año, en los que la autora nos narra en primera persona, a modo de diario de vida, sus vivencias urbanas. Son relatos cortos pues describen la transición que supone el traslado de la narradora de un lugar a otro. Débia se interna en los “tiempos muertos” o “ventanas” —aquellos lapsos temporales que consideramos improductivos y que eliminaríamos de nuestra agenda para hacer el día más corto o para agregarle más tiempo al ocio— para así develarnos las grietas de la colmena hipermoderna.


Para dar forma a los textos la autora opta tanto por la digresión —“Imagino a la fetidez tomando forma en el aire, ondeando como una odalisca”, dice la narradora para describir el hedor del pavimento en pleno centro— como por los diálogos con personajes que aparecen y desaparecen de su vida diaria: el taxista o el conductor de Uber, la joven embarazada que pide dinero en el metro o la profesora retirada que mendiga porque su familia lo perdió todo. En uno de los relatos, la narradora conversa con el taxista acerca de los tacos en hora punta. Para ella los embotellamientos son como el colesterol que taponea nuestras venas. El taxista le señala que él mismo manejó micros hace años y que los choferes son las principales víctimas del sistema: “Sólo los estrujan hasta que se secan o, peor, se mueren nomás. El Transantiago es, literalmente, un hospital”. La metáfora es demoledora. Tal como la frialdad de la colmena santiaguina.


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